Luego de los casos de Montero y Minero se evidencia que con el retorno a las clases presenciales volvió el bullying

EL DEBER.

Autoridades y educadores se refieren a este tema que en los últimos días ha cobrado visibilidad mediática. Piden ver más allá de las sanciones y llegar hasta la realidad de las familias

La semana que termina presentó dos casos de bullying en provincias que demuestran que el acoso escolar se reactivó, a la par que se reactivaron las clases presenciales, luego de la pandemia.  

Un niño arrastrado en su escuela en Montero, que llegó a su casa con los zapatos destrozados, sufre porque no quiere volver al colegio donde están sus acosadores, pero también no quiere perder clases y aplazarse. Y otro adolescente, cuyo padre denunció a su profesora en Minero por haber pedido muestra de semen para una clase de educación sexual, está siendo blanco de acoso de parte de los defensores de la profesora, que recriminan al muchacho por el actuar de su padre. 

Dos casos mediáticos permitieron visibilizar que el viejo enemigo de los colegios está más vigente que nunca.

En una situación de acoso escolar o de violencia, todo parece tornarse como blanco o negro; bueno o malo, acosador o víctima. No parece haber puntos intermedios y la gran mayoría busca castigos y sanciones y no ve más allá.

Sobre el bullying el ministro de Educación, Édgar Pary, manifestó:

“Si nosotros hablamos de menores de edad, no hay sanciones (…) Todos estos temas deben partir de la casa. El hogar es el primer nido donde recibir la educación, la que se debe demostrar en la unidad educativa”.

La autoridad se refirió a los valores, que se aprenden en la familia, pero que se complementan en la escuela y en la sociedad.

La Resolución Ministerial 01/2022, que regula la actividad escolar de esta gestión en su artículo 110, establece la prohibición de toda forma de violencia, maltrato o abuso, así como la política de “cero tolerancia” al acoso y violencia escolar dentro y fuera de los predios de la unidad educativa o a través de redes sociales. Del mismo modo habla de la obligatoriedad de denunciar la situación de violencia que fuera detectada.

El artículo 112 contempla el apoyo sicosocial para las unidades educativas donde ocurran estos casos, a través de los Gobiernos Municipales. Y, en el siguiente artículo se refiere a la expulsión, la que solo podrá ocurrir después de un proceso disciplinario y en determinados casos, entre los que se indica “conductas racistas, discriminatorias y de acoso escolar que se constituyan en delitos penales”.

Clarivel Ayala, secretaria municipal de Desarrollo Humano, explica que debe existir un tratamiento paralelo tanto para el que sufrió el acoso, como para el que lo generó.

“Buscamos sancionar al niño, pero el 98% de los niños que acosan son acosados”, manifiesta, y se refiere a un círculo de violencia que debe parar. La autoridad expresa que es necesario ver las realidades de las familias, sus valores y la forma en la que están constituidas, pues muchas veces son familias disgregadas“Siempre se trabaja con la víctima y con el que agrede”, explica.

Asimismo, refiere que se deben adoptar las medidas necesarias para que se hagan efectivos los derechos de los niños.

Ayala habla de realizar un trabajo constructivo y de una justicia restaurativa. Lamenta que los índices de violencia y feminicidios en el municipio ya hubieran superado los de 2021 e indica que es necesario trabajar con las familias, las juntas escolares, los maestros y la sociedad en su conjunto.

Hay oportunidades en las que los adolescentes reciben sanciones, pero su sentencia debe ser revisada cada seis meses, señala Ayala y fundamenta que ello es necesario porque ese adolescente está en plena etapa de construcción de su identidad y el Estado, en cualquiera de sus niveles, debe velar por el interés mayor de niños, niñas y adolescentes.

Por su parte, la educadora Micaela Priciotto expresa la necesidad de educar para la paz, que puede sonar como un lema, pero que busca el respeto y el diálogo como formas de encarar la vida.

“Quien se respeta a sí mismo es capaz de respetar a los demás”, señala, mientras reflexiona que se debe hacer conciencia de que esa falta de respeto genera violencia, del tipo que sea, física o sicológica.

“Debe haber un cambio radial frente a cualquier situación, no responder con violencia a la violencia; recuperar ese valor (el respeto)”, manifiesta Princiotto.

Al igual que Ayala, la educadora expresa que un niño agresor es uno que ha sido agredido. “Responde con violencia porque ha sufrido violencia. Porque ha aprendido que es más fuerte porque es más violento”, refiere.

Y, en medio de este caos que genera la violencia, Princiotto propone escuchar al niño, al adolescente; que se exprese, que, en último caso, se desahogue.

La educadora considera que se debe hacer consciente, a quien agrede, el por qué actuar así está mal; no se trata solo de castigar, sino de que la persona comprenda que la agresión no está bien; si eso no se logra, dice, no se habrá conseguido nada.

El trabajo de escucha también es necesario con las familias, con ambas, pues ambas han sido afectadas. La labor de los tutores, profesores y directores es muy importante en este punto. Princiotto insiste: “El diálogo es lo que favorece a la paz”.