FUENTE: BBC.
Setecientas octavillas de papel vuelan desde un balcón en un concurrido cruce del popular barrio de Centro Habana.
Son las 11 de la mañana del lunes 14 de junio de 2021.
Muchos transeúntes circulan indiferentes y otros recogen los panfletos para leer su contenido.
“El pueblo exige elecciones libres”, “Libertad para los presos políticos”, “Pensar diferente no es delito”, “Abajo el comunismo” o “Llegó la hora” son algunos de los lemas impresos junto con citas de los próceres cubanos José Martí y Antonio Maceo.
Menos de 24 horas después arrestan al periodista y disidente Lázaro Yuri Valle Roca, que había coorganizado y filmado este acto de protesta.
Es el inicio de su paso de tres años por prisiones cubanas que califica como un “infierno”.
Valle Roca recibió la libertad a cambio de exiliarse a Estados Unidos, donde llegó a principios de junio junto a su esposa, la también activista Eralidis Frómeta.
Desde la casa de un familiar en Filadelfia, donde se han instalado provisionalmente, relata en diálogo con BBC Mundo las precarias condiciones de las cárceles, el trato degradante y las agresiones sufridas.
BBC contactó por teléfono y email a representantes del gobierno cubano para obtener su postura sobre los supuestos abusos en el sistema penitenciario y el caso específico de Valle Roca, pero no obtuvo respuesta.
La Habana, en todo caso, siempre ha negado que en sus prisiones se cometan violaciones de derechos humanos.
El calabozo
Valle Roca, de 63 años, es un conocido activista con una larga trayectoria de oposición al sistema comunista vigente en Cuba desde la Revolución de 1959 que llevó a Fidel Castro al poder.
Como periodista colaboró con varios medios, entre ellos el opositor Radio y TV Martí con sede en Miami, y junto a su esposa fundó en 2018 “Delibera”, una pequeña plataforma con contenidos contra el gobierno cubano y pro democracia.
Pese a sus críticas por casi tres décadas al régimen, hasta 2021 el tiempo más largo que había pasado encerrado, afirma, fueron 15 días en un calabozo de la policía en La Habana.
Pero en junio de ese año decidió pasar de las palabras a la acción: “Ya nosotros habíamos preparado las octavillas. Yo me encargaba de filmar lo que se hacía mientras que mi compañero iba lanzando los papeles”, recuerda.
Delibera publicó la grabación del lanzamiento de panfletos en un video de Youtube.
Al día siguiente arrestaron a Valle Roca y lo llevaron al cuartel de Villa Marista, sede del aparato de Seguridad del Estado (contrainteligencia) del Ministerio del Interior, donde, según su relato, le dieron una paliza y lo recluyeron en un calabozo.
Allí pasó los primeros 50 días de su encierro “sin medicamentos y comiendo mal, ya que los policías incautaban todos los alimentos que me traía mi esposa”, asegura.
Desde su celda se enteró de las casi inéditas protestas del 11 de julio de 2021 -las mayores en seis décadas en Cuba- “por lo que hablaban mis carceleros, que estaban muy nerviosos y comentaban lo que estaba pasando”.
“Saber que el pueblo había salido a la calle me dio fuerza, sentí que tenía que estar vivo, que no podía morirme”, relata.
Tras 50 días en Villa Marista lo trasladaron a la cárcel de máxima seguridad del Combinado del Este, en la periferia oriental de La Habana, y le comunicaron los cargos que se le imputaban: “propaganda enemiga” y “resistencia”, este último por supuestamente oponerse al arresto, algo que él niega.
La cárcel
El Combinado del Este, que alberga a parte de los reclusos encarcelados por motivos políticos, es una de las prisiones más temidas de Cuba.
Ocupó el primer lugar en la lista de reportes de violaciones de derechos en centros penitenciarios compilada este mes por el Centro de Documentación de Prisiones Cubanas.
La ONG denunció la “crítica situación sanitaria, falta de medicamentos y pésima atención médica” de esta y otras cárceles de la isla, así como el hambre y el hostigamiento que sufren los reos.
Testimonios recientes apuntan a que la grave crisis económica que sufre Cuba -con una acuciante escasez de alimentos y medicinas- estaría reduciendo las raciones que se suministran a la población reclusa al mínimo imprescindible para sobrevivir.
En su videollamada con BBC Mundo, Valle Roca muestra un pequeño vaso de plástico blanco y señala aproximadamente un tercio de su capacidad.
“Esto es la ración de arroz que te dan en el Combinado del Este, junto a una especie de picadillo que es todo agua y huele mal. En el arroz te puedes encontrar desde insectos hasta partes de ratones o lagartijas”, afirma.
El disidente explica que le daban de comer raciones ínfimas dos veces al día, además de un vaso de jugo en el desayuno.
Lázaro Yuri Valle Roca se ve hoy más delgado y demacrado en comparación con las fotografías previas a su etapa en la cárcel, en la que pasó de pesar unos 80 kilos a solo 53, según afirma.
“No tenía asistencia médica de ningún tipo. Yo tenía mi tratamiento para la hipertensión pero no me lo suministraban, ni siquiera me daban aspirinas”, lamenta.
Asegura que, además de la hipertensión, en la cárcel contrajo esclerosis en la aorta, neumonía crónica y un quiste en la vesícula, así como una desviación en el tabique por la golpiza de un guardia.
“Nos trataba de forma degradante. Un día le contesté y me fue para arriba a darme golpes”, asevera.
El juicio
Tras un año entre rejas, en junio de 2022 se celebró el juicio a Valle Roca en un tribunal de La Habana, donde los fiscales pedían para él 6 años de prisión.
“Todo fue irregular. Hubo diplomáticos y prensa que quisieron ir y no se lo permitieron. Yo había puesto testigos y no los citaron”, asegura el periodista.
Instituciones y organizaciones internacionales han puesto en duda en varias ocasiones la legitimidad de los procesos judiciales en Cuba.
La ONU emitió recientemente una carta a partir de un informe de la ONG Prisoners Defenders en la que denuncia, entre otras irregularidades, la privación de libertad sin tutela judicial, la inexistencia de abogados independientes, la subordinación de la justicia al poder político y el uso indebido de tribunales militares y procesos sumarios.
Esto condiciona todas las causas penales en el país y, más específicamente, el destino de los reclusos sentenciados por actos de disidencia, la mayoría de ellos detenidos a raíz de las históricas protestas del 11 de julio de 2021.
A aquellas manifestaciones siguió una campaña de citaciones policiales, arrestos, juicios y encarcelamientos a ciudadanos críticos con el gobierno que dura hasta hoy, según denuncian organizaciones.
Prisoners Defenders contabilizó en mayo más de 1.100 presos políticos en las cárceles de la isla, entre ellos decenas de menores, cumpliendo condenas bajo duras condiciones por delitos como “sedición”, “desacato”, “propaganda enemiga” o “sabotaje”.
El gobierno cubano niega que existan irregularidades y asegura que su sistema judicial es limpio e imparcial.
En julio de 2022, Lázaro Yuri Valle Roca recibió su sentencia: 5 años de cárcel, de los que ya había completado uno.
El exilio
Cumplidos casi tres de sus cinco años de su condena, la Embajada de Estados Unidos en La Habana le concedió un visado humanitario y las autoridades cubanas aceptaron liberarlo a cambio de que abandonara el país.
“Desde que lo apresaron a mí me decían que, si él aceptaba salir de Cuba, no llegaría a ser enjuiciado. Tanto él como yo nos negamos a salir y él eligió que lo enjuiciaran. Pero tres años después, su salud llegó al límite y la mejor opción fue salvar la vida de Lázaro y aceptar la propuesta”, explica a BBC Mundo su esposa, Eralidis Frómeta.
El pasado 6 de junio la pareja llegó al aeropuerto de Miami, y poco después se dirigieron a Filadelfia.
Aunque se encuentran a salvo en el exilio, les preocupan las posibles represalias contra su familia en la isla.
“Sabemos a lo que está expuesta nuestra familia, porque una de las cosas que nos dijo la policía es que nos acordáramos que dejábamos a mi hija y a los nietos atrás, que viéramos qué íbamos a hacer acá en Estados Unidos”, afirma Frómeta.
Preguntado por su nuevo proyecto de vida en el país norteamericano, Lázaro Yuri Valle Roca responde que por ahora necesitará someterse a tratamiento médico y psicológico para curar las secuelas de sus tres años en prisión.
Más adelante, no descarta retomar su lucha política.
“A ver cómo hacemos, porque de todas formas yo voy a seguir peleando, tendré algo en mente. Buscaré algo para yo poder hacer para contribuir a acabar con la dictadura esa”, proclama.