FUENTE: XATAKA.
La del netbook fue una historia de estrella del «rock and roll» muy al estilo de esas novedades que irrumpen un buen día, parecen brillar durante un tiempo en el ruedo tecnológico con luz disruptiva propia y, con las mismas, acaban barridas casi de la noche a la mañana a la cuneta del mercado.
Si haces memoria es probable que recuerdes cómo allá por 2009 parecieron comerse el mundo. Y a lo bestia. Con el hype bien alto la firma ABI Research llegó a calcular —ojo al dato— que en 2013 se venderían 139 millones de netbooks, cuatro veces más que en 2009. ¿Qué ocurrió ese año? Que dos de sus principales exponentes, Asus y Acer, dejaron de fabricarlos por la discreta deriva de las ventas. No fue un giro sorprendente. Dell ya lo había hecho antes. Es más, entre 2010 y 2011 los envíos de netbooks se habían visto superados por los de uno de sus rivales: las tablets.
El concepto no ha muerto y aún hoy se habla de él, pero lejos del tono que se empleaba hace década y media, cuando este formato de computadora portátil pequeña, manejable y de bajo coste, ideal para quienes necesitaban un ordenador ágil para sus viajes, pareció abrir un nuevo horizonte.
«La seducción de lo ultraportátil y económico»
Con la perspectiva que da una década y media de historia tecnológica quizás la pregunta que se haga más de uno, sobre todo a aquellos a los que netbook les suena a pleistoceno informático, igual que PDA, Netscape, Terra u Olé, es: ¿Qué eran exactamente? ¿Y por qué pasaron de prometérselas muy felices en el mercado informático a protagonizar crónicas tecnológicas con tono de elegía?
Precisar lo primero, qué fueron y cómo surgieron los netbooks, no resulta sencillo. Y no lo es porque en cierto modo su definición fue volviéndose borrosa a medida que pasaba el tiempo. Aunque lo de la apuesta por las computadoras sencillas, funcionales y reducidas no suponía ninguna novedad —ahí está el Libretto de Toshiba, de los 90, o incluso Atari Portfolio y Poqet, que nos retrotraen más atrás aún, a finales de los 80—, hacia 2007 experimentaron un impulso clave con los netbooks.
Su principal baza era la funcionalidad. Y los costes ajustados. La idea era comercializar portátiles pequeños, funcionales, de muy bajo coste y una buena relación entre su precio y prestaciones. Su definición inicial —anota The Guardian— era la de máquinas con procesadores Intel Atom y pantallas de menos de 10 pulgadas. La idea era que parecieran portátiles en miniatura, fáciles de manejar y con pantallas que rara vez pasaban de las 12 pulgadas, una propuesta que, combinada con sus precios, le permitió brillar durante un tiempo en el segmento más económico del mercado.
En cuanto a su origen, las crónicas sobre el netbook suelen arrancar a mediados de la década de los 2000 con un proyecto que a priori poco tenía que ver con los grandes fabricantes. Su impulsor fue de hecho una organización sin ánimo de lucro, One Laptop Per Child, cuyos responsables se marcaron un reto que se las traía en 2005: crear computadoras económicas, de alrededor de 100 dólares, que facilitasen su acceso a los niños de países pobres. La idea era hacerlas prescindiendo de la tecnología de los grandes proveedores que dominaban el sector, como Intel o Microsoft.
Aquello acabó teniendo una repercusión notable. El portátil que desarrollaron, que en una de sus versiones llegó a incorporar incluso una manivela, puso sobre la mesa una idea atractiva que animó también a la industria a repensar su propia oferta. ¿Quién dio el primer paso? The New York Times apunta que el concepto de netbook lo acuñó Intel como una categoría de “PC complementario”, etiqueta que lo situaba al margen de su negocio, más jugoso, de ordenadores portátiles.
Cuando se habla del inicio de la categoría de netbooks modernos lo que suele mencionarse es sin embargo un modelo concreto: el Eee PC lanzado en 2007 por Asus, con siete pulgadas, 860 gramos de peso, una autonomía de tres horas y una versión especial de Linux a modo de sistema operativo, si bien ya entonces se avanzaba que era compatible con Windows XP. Una de sus bazas: el precio.
¿Funcionó el concepto? Los números son claros. En 2009 las ventas de netbooks se multiplicaron por ocho en los EEUU hasta alcanzar los 7,5 millones de dispositivos. A escala global se triplicaron. Aquello de los ordenadores a bajo coste, “la seducción de la computación ultraportátil y económica”, como llegó a definirlo el analista AM Sacconaghi, acabó convenciendo incluso a las multinacionales que a priori se habían mostrado más reticentes por su posible impacto en el mercado.
Su impulso influyó en los precios de los portátiles, que si en 2005 costaban un promedio de 1.000 dólares, en 2011 —dejando fuera los modelos más caros de Apple— rondaban ya los 465. No hay sin embargo imperio que dure eternamente y antes de 2010 los datos recabados por TNYT mostraban ya un estancamiento en las ventas, que no tardaron en verse sobrepasadas por las tablets.
«Sayonara, netbooks»
El escenario dio tal vuelco que para la Nochevieja de 2012, The Guardian publicaba ya una larga crónica desgranando las razones del ocaso del concepto, un texto que arrancaba con una sentencia que dejaba poco margen para interpretaciones: “Sayonara, netbooks”. No era el único. Otros foros se preguntaban ya qué estaba pasando con el otrora exitoso formato de ordenador ligero y barato.
No resulta sencillo concretar las causas del cambio de tendencia. Aunque no todas influyeron en la misma medida, el lienzo lo componen numerosas pinceladas, algunas centradas en el paisaje de fondo —la crisis financiera de 2007-2008— y otras en el propio mercado tecnológico, como la presentación del iPad, la irrupción de las tablets o los márgenes de ganancia de los fabricantes.
Si bien habitualmente se señala la llegada de las tablets como una de las principales causas que marcaron el declive de los netbooks, lo cierto es que su ritmo de ventas se estaba ralentizando antes incluso del lanzamiento del iPad, en 2010. Una de las razones es la mayor diversidad en la oferta de portátiles con menores costes y prestaciones que podían llevar a los clientes a cuestionarse si realmente compensaba el ahorro, cada vez más ajustado, que podía suponer un netbook.
“La seducción era la computación ultraportátil y barata, pero los consumidores descubrieron que había demasiados inconventientes”, recalcaba Sacconahi a TNYT: “Al final se quedó corto”.
Con ese telón de fondo claro sí es importante tener presente la irrupción de otros productos ligeros, fáciles de transportar y funcionales, algunas de las fortalezas de los netbooks. Al mercado informático llegaron los ultrabooks, el MacBook Air de menos de 12 pulgadas lanzado por Apple y sobre todo las tablets, que no tardaron en iniciar su propia crónica de éxitos. The Guardian precisa que si en 2010 se registró el envío de 39,4 millones de netbooks frente a 23 millones de tablets, apenas un año después el escenario era bien distinto, con 63 millones de tablets y 29,4 de netbooks.
Otro factor crucial fue el valor del producto para los propios fabricantes. Los netbooks apostaron fuerte por el precio; tanto, que el Eee PC con Linux se lanzó por 199 dólares. El problema es que a medida que los modelos empezaron a incorporar SO que requerían licencias más caras mantener ese gancho “low cost” se traducía en un parco margen de beneficio para los fabricantes.
Si a eso le sumamos otros ingredientes no menos importantes, como el ejemplo que dejó el MacBook Air sobre el atractivo de la gama superior, que los netbooks perdieron su factor novedad, la expansión de smartphones o un escenario macroeconómico complicado, condicionado por la crisis financiera y el cierre del crédito, el horizonte se dibujaba bastante complicado para los netbooks.
Que el reinado de los netbooks se haya desvanecido no significa que su capítulo en la historia informática se haya quedado en nada. La etiqueta aún se usa hoy en día y muchas de las ventajas del concepto se mantienen en otros formatos. Hay quien señala incluso a modo de dignos sucesores las tablets, los ultrabooks, que apostaron por su manejabilidad, o incluso los Chromebooks.