Fuente: BBC.
Con movilizaciones estudiantiles que se expanden día a día, los centros de enseñanza superior se han vuelto el mejor reflejo de la cada vez más marcada división de la sociedad estadounidense ante el apoyo del gobierno a un aliado histórico, Israel.
«He traído a mis hijos para que se inspiren», dice Shaan Sethi, al tiempo que los aúpa, primero al de 7 años y luego al de 9, de modo que puedan ver lo que hay más allá del perímetro de seguridad.
Estamos en el corazón de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), una de las instituciones públicas de enseñanza superior más prestigiosas de Estados Unidos.
Y del otro lado de la doble valla, custodiada por agentes y decorada con pancartas que rezan «Palestina libre» o «Stop al genocidio», unos dos centenares de estudiantes llevan acampados desde el jueves para exigir al centro que se desvincule de empresas e individuos que «se están beneficiando» de la operación militar israelí en Gaza.
Una incursión de las fuerzas de Israel -que comenzó como represalia al ataque del 7 de octubre de militantes de Hamás que acabó con 1.200 muertos y la toma de 240 rehenes- se ha cobrado hasta el momento la vida de más de 34.000 palestinos, según el Ministerio de Salud de la Franja.
De acuerdo a Naciones Unidas, hay unos 2 millones de civiles al borde de la hambruna.
«Esta siempre fue un área abierta, donde los alumnos descansábamos sobre el césped o nos reuníamos entre clase y clase. Nunca la había visto cercada y rodeada de personal de seguridad», le dice a BBC Mundo Sethi, quien hace años se graduó en Economía Internacional en este mismo campus.
«Así que se lo quería mostrar a mis hijos, porque es algo sin precedentes pero también para que entendieran cuán polarizado está hoy el país», añade.
Y es que las instalaciones universitarias se han vuelto hoy el mejor reflejo de la tensión que la guerra en Medio Oriente genera en EE.UU. y la cada vez más marcada división de la sociedad estadounidense ante el apoyo del gobierno a un aliado histórico, Israel.
Protestas y tensión en expansión
Las protestas en las universidades estadounidenses por la guerra en Gaza no son una cuestión de los últimos días; se han sucedido con más o menos intensidad desde el atentado de Hamás y el inicio de la ofensiva israelí.
Seguidas con mucha atención por los legisladores demócratas y republicanos en el Capitolio, han hecho que varios responsables de los principales centros tengan que comparecer ante el Congreso.
En enero, las polémicas derivadas de este conflicto terminaron costándole el cargo a la rectora de Harvard, Claudine Gay.
Pero las movilizaciones adquirieron otra dimensión hace dos semanas, cuando la policía irrumpió en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y arrestó a un centenar de alumnos propalestinos que acampaban en el campus.
Los estudiantes siguen con las proclamas allí, a riesgo de ser suspendidos por no haber cumplido con la fecha límite para levantar el campamento -las 14:00 hora local del lunes- establecida por las autoridades académicas.
Y no solo no han cesado en Columbia, sino que se han extendido por centros educativos de todo el país, desde Yale a Massachusetts Institute of Technology (MIT), pasando por Emory, Emerson, Tufts, Brown, Stanford y la Universidad de Texas en Austin.
La costa oeste no es la excepción. La Universidad del Sur de California (USC), situada en Los Ángeles y uno de los centros educativos privados más importantes del estado, anunció el jueves que cancelaría su ceremonia de graduación “ante los riesgos de seguridad que representan las protestas”.
Más al noroeste, en el campus de UCLA, la jornada de mayor tensión se vivió el domingo, cuando manifestantes propalestinos se encontraron frente a frente con una contraprotesta impulsada por el Consejo Americano-Israelí.
La organización, fundada con la misión de «construir una comunidad israelí-estadounidense comprometida y unida que fortalezca la identidad israelí y judía de la próxima generación y el vínculo con el Estado de Israel», proclama desde sus redes sociales que es «inaceptable que cualquier campus universitario se vuelva una plataforma para las actividades proterroristas y antiestadounidenses».
Se empujaron vallas, hubo enfrentamientos verbales, insultos, alguna escaramuza, una mujer con heridas leves en la cabeza. La policía del campus llegó a eso de las 2:30pm y las decenas de congregados fueron invitados a marcharse.
«UCLA tiene un largo historial como lugar de protesta pacífico«, dijo Mary Osako, vicepresidenta de Comunicaciones Estratégicas, en un comunicado publicado por la oficina de prensa de la universidad. «Estamos desconsolados con la violencia que estalló».
Este lunes de aquello solo quedaba una seguridad reforzada, una calma tensa y la enorme pantalla y los altavoces que los organizadores de la contraprotesta colocaron la víspera en la plaza Dickson, en un pedazo de césped a escasos metros del campamento estudiantil cercado.
Adornado con pancartas que reclamaban la liberación de los rehenes y subrayaban el apoyo a Israel, seguía emitiendo en bucle imágenes del ataque del 7 de octubre, entrevistas con sobrevivientes y mensajes de apoyos de personalidades de la comunidad judía.
«Queremos educar a los alumnos y a todo el que pase por aquí, mostrarles lo que hace Hamás y qué es lo que en este campus se está apoyando cuando se grita ‘Intifada, intifada, revolución’ o ‘Desde el río al mar’», un lema que hace referencia al área geográfica entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, le dice a BBC Mundo uno de los organizadores, que dice no tener vínculos con la universidad y que pide mantenerse en el anonimato.
«No me siento bienvenido»
«Estoy disgustado, asqueado. Es increíble que aquellos que dicen ser activistas a favor de los derechos humanos canten y lancen proclamas de muerte y destrucción», suma Alex Jacobs, quien se identifica como estudiante de UCLA -«prefiero no decir la facultad»- pero lleva gafas oscuras, gorra y mascarilla para evitar ser reconocido, mientras señala hacia los acampados.
«Yo entiendo la necesidad de manifestarse, de expresar opiniones, pero como estudiante judío y pro-Israel ya no me siento bienvenido en esta universidad en la que siempre soñé con estudiar«, dice por su parte Andrew Gerbs, alumno de Sociología de UCLA que ha llegado temprano a ver el panorama y que, a diferencia de otros, se muestra abierto a hablar con los medios y a dejarse fotografiar.
«Creo que puedo hablar en nombre de otros estudiantes judíos. Esto nos genera ansiedad, nos distrae del estudio, porque al fin y al cabo esto es un centro de estudios», subraya, aunque reconoce que las clases siguen impartiéndose con normalidad en el campus, algo que BBC Mundo también pudo comprobar.
«¡Vengan, vengan a conocer la verdad!», les grita una mujer a varios estudiantes que pasan frente a la plaza.
Pero es mediodía ya, y los alumnos la ignoran y se dirigen con prisa a otra parte del campus.
Lugar para las ideas, el debate
Es que para esta hora, las 12 en punto, estaban previstas dos marchas simultáneas, convocadas por la Facultad por la Justicia en Palestina, que agrupa a profesores y otro personal de la universidad, y por Estudiantes de UCLA por la Justicia en Palestina.
«Estamos con nuestros estudiantes», se lee en la pancarta que portan los docentes que simpatizan con la acampada.
Se escuchan consignas a favor de la liberación de Palestina. Otros aluden directamente al primer ministro israelí: «Dínos, Netanyahu, ¿cuántos niños mataste hoy?».
Son decenas y algunos visten sus insignias doctorales mientras marchan por la calle Plaza Portola.
«La universidad es un lugar para las ideas, para el debate, y defendemos el derecho de los alumnos para expresarlas, su derecho a movilizarse«, le dice a BBC Mundo Ananya Roy, directora fundadora del Instituto Luskin de UCLA sobre la Desigualdad y la Democracia y profesora de Planeamiento Urbano, Bienestar Social y Geografía.
«Los estudiantes protestan ahora por Gaza como en su día lo hicieron quienes protestaron por Vietnam», añade, salvando las distancias pero haciendo un paralelismo con las protestas estudiantiles que a finales de la década de los 60 terminaron por acaparar la escena política nacional y que resuena cada vez más entre quienes comentan la situación actual en los campus.
«¿Dónde vamos a protestar si no? Este es el lugar idóneo para hacerlo», le dice a BBC Mundo un alumno que prefiere no dar su nombre, pero que funge como enlace con los medios de una coalición de estudiantes.
«Y lo es porque lo que pedimos es que la Universidad de California deje de invertir fondos en aquellos que se lucran con el genocidio en Gaza. Y no nos vamos a marchar hasta que lo consigamos», subraya a un costado de la biblioteca Powell.
Mientras, al otro lado de la zona acampada, por los pasillos de Royce Hall, cientos de estudiantes marchan con esa misma proclama, algunos con kefias anudadas en el cuello o cubriéndoles la cabeza, otros con camisetas a favor de Palestina, muchos con mascarillas.
«El antisionismo no es lo mismo que el antisemitismo», se lee en una de las pancartas que alzan. «La tierra por la que tienes que matar no te pertenece», han escrito en otro pedazo de cartón.
«El poder de la gente es más fuerte que la gente en el poder», en otro. «Inviertan en educación, no en la guerra».
No tardan en darse cuenta de que entre los estudiantes hay también periodistas. «No hablen con los medios», dice uno de los alumnos que coordina la protesta. «No se dejen tomar fotos».
Yo los dejo avanzar bajo los arcos del pasillo desde el que se observan las tiendas de campaña multicolores, deshago el camino y me dirijo al otro lado del perímetro de seguridad.
Allí, recuerdo la primera conversación de la mañana, con Sethi, el padre que trataba de hacerles entender a sus hijos el mundo dividido en el que vivimos.
«Les digo que son como dos equipos», me contaba.
«Pero es entonces cuando me preguntan: ‘Y nosotros, ¿a cuál le vamos?’«.
A esto Sethi les respondió: «Somos de los que apoyan la paz».