FUENTE: INFOBAE.
El presidente de Bolivia, Luis Arce, retornó de Cuba hace una semana y decidió tomar decisiones de dictador cuando ordenó la detención del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho
El presidente Luis Arce retornó de Cuba hace una semana y decidió tomar decisiones de dictador incluso en el día de los Santos Inocentes, cuando ordenó la detención del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho.
A pesar de la furiosa reacción de los “cruceños”, Arce dijo que su decisión busca castigarlo por haber promovido el derrocamiento de Evo Morales en 2019, un derrocamiento que, paradójicamente, le permitió a él llegar a la presidencia un año después.
El episodio está repleto de dudas y recuerda los agitados tiempos de la guerra fría, cuando no se sabía quién conspiraba contra quién, pero sobre todo quién tomaría el gobierno al día siguiente o de inmediato.
La primera reacción de las protestas fue incendiar las oficinas de la fiscalía de Santa Cruz, que extrañamente había quedado totalmente desprotegida por la policía, con el todavía más curioso detalle de que estaba vacía. Unos días antes, alguien había ordenado desocuparla, una previsión muy bien calculada. Sólo se quemaron unos cuantos vehículos, pero ni un solo documento.
La detención violenta del gobernador que había obtenido en su departamento un mayor porcentaje de votos que el propio Arce en las elecciones de 2020, se produjo cuando él llegaba a su casa y cuando sus custodios no estaban a su lado, sino en otro vehículo.
Hombres toman fotos del edificio de la Fiscalía General del Estado que fue dañado durante las protestas tras la detención del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho (REUTERS/Lesly Moyano)
Los captores, se dice en las redes sociales, hablaban con acento caribeño, aunque no se sabe si el acento era cubano o venezolano, un detalle difícil de distinguir en las oficinas bolivianas donde ellos pululan desde 2006.
Lo cierto es que esos agentes encapuchados nunca mostraron la orden de aprehensión y rompieron los vidrios del vehículo en que Camacho estaba llegando a su casa, lo pegaron, lo enmanillaron y luego lo llevaron al aeropuerto internacional de Viru Viru, pero no pudieron despacharlo a La Paz porque la pista de aterrizaje estaba ya controlada por las protestas.
Entonces, como al parecer estaba también previsto en este operativo lleno de previsiones misteriosas, se lo llevaron en un helicóptero Puma al aeropuerto de Chimoré, en Chapare, donde el cocalero Morales pudo verlo enmanillado, que es lo que quería Arce. El helicóptero hubiera podido llevarlo a la ciudad de Cochabamba para partir de allí en avión a La Paz.
Unos días antes, Arce había logrado que los líderes cubanos le exijan por teléfono a Evo Morales apoyar en el parlamento la aprobación de la ley del presupuesto 2023 que estaba demorada por las peleas internas del MAS.
Esta vez le tocaba a Arce cumplir con las exigencias de los cubanos y de inmediato ordenó la expulsión de Bolivia de un joven bloguero cubano que se ocupa de denunciar a la dictadura de su país. A Arce le quedaba otra tarea encomendada en La Habana: la captura de Camacho. De paso, creaba una cortina capaz de cubrir medidas económicas dolorosas, ya muy necesarias.
Luis Fernando Camacho tras ser detenido (TWITTER/Carlos Eduardo del Castillo del Carpio/Handout via REUTERS)
Del aeropuerto cocalero de Chimoré, Camacho fue llevado en avión a La Paz, a la fiscalía, donde también se dio la casualidad de que había una multitud de manifestantes del gobierno que pedían a gritos el fusilamiento inmediato de Camacho, o su colgamiento en la histórica plaza Murillo, que cuenta con faroles ya usados para ese tipo de urgencias. En uno de ellos está la placa de bronce que marca el punto donde fue colgado el expresidente Gualberto Villarroel en 1946.
El fiscal ha pedido que Camacho tenga una detención preventiva de seis meses, porque hay el riesgo de que huya, según dice. Ahora ha sido enviado a la cárcel de Chonchocoro, en La Paz, por cuatro meses de prisión preventiva. En pocas horas pasó de su Santa Cruz, a 350 metros sobre el nivel el mar, a una cárcel en el altiplano de La Paz, a 4.000 metros de altura.
Los cruceños están indignados. Siguen con su intención de revisar la relación que tendrá ese departamento, que es un tercio del territorio boliviano, con el Estado.
No les gusta que el Estado haya sido secuestrado por un partido que comete fechorías. No entienden por qué se los condena y persigue. Dicen que no es separatismo, sino una instancia nueva de elegir qué clase de relación tendrá esa región que produce 70% de los alimentos del país, con este Estado rehén de un partido innoble.
O, como lo dice Juan Francisco ‘Buby’ Gonzales Urgel: “Veamos: oponerse a que avasallen nuestros campos para sembrar coca; a que nuestros parques nacionales sean convertidos en santuarios del narcotráfico; a que nuestros recursos minerales sean entregados a chinos y nuestros recursos estratégicos a los rusos, y a que nuestra seguridad como Estado, sea encargada a cubanos y venezolanos, no es dividir al país…”.
Esta medida apresurada de Arce podría dar lugar a una nueva forma de relacionamiento de todas las regiones con un Estado capturado mediante el fraude electoral. El centralismo de La Paz está cuestionado, pero sobre todo lo está el predominio de cocaleros y narcos en el gobierno del país.