FUENTE: BBC.
Investigadores descubrieron que los plásticos de estos colores se degradan más rápidamente que los de color negro, blanco y plateado.
Ya casi no existe un rincón en nuestro planeta donde no estén presentes: los microplásticos están por todas partes.
Los han encontrado enterrados en el hielo antártico, en las entrañas de animales marinos que habitan las fosas oceánicas más profundas y en el agua potable que se consume en todo el mundo.
También fueron hallados recientemente en los testículos de seres humanos.
Pero a la hora de fragmentarse en estos diminutos trozos que miden entre uno y cinco milímetros, los plásticos de colores brillantes lo hacen a un ritmo mucho más rápido que el resto, según un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Leicester, en Reino Unido.
De acuerdo a la investigación publicada en la revista Environmental Pollution, los colorantes incorporados a las fórmulas de los plásticos tienen un efecto significativo en su estabilidad.
Los que son de colores rojo, verde y azul se degradan más rápidamente en comparación con aquellos que son negros, blancos o plateados.
«El plástico no es solo el polímero, sino que tiene muchos componentes distintos. Y el colorante es, de hecho, una parte significativa de su masa», le explica a BBC Mundo Andrew Abbott, profesor de química física de la Universidad de Leicester y coautor de la investigación.
Y son justamente estos colorantes los que pueden proteger al plástico o no (según el color de que se trate), de la dañina radiación ultravioleta que promueve su desintegración.
Es decir, todos los plásticos se degradan, pero la velocidad a la que lo hacen «dependerá de la habilidad del aditivo para protegerlos de la oxidación», añade Abbott.
Protección contra los rayos ultravioletas
Los investigadores de la Universidad de Leicester y de la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, realizaron dos estudios complementarios para demostrar la importancia del color en los plásticos.
En uno, dejaron tapas de botellas de diferentes colores a la intemperie durante tres años.
«Encontramos que las tapas negras, blancas y plateadas, estaban –incluso después de tres años- casi exactamente igual que a cuando salieron de fábrica».
«Las verdes, rojas y azules estaban bastante rotas, incluso bajo condiciones estáticas», dice Abbott.
El otro estudio se centró en los plásticos encontrados en una playa remota, y arrojó resultados similares.
Repensar el diseño
No se trata, en definitiva, de favorecer un color u otro, sino de diseñar los objetos plásticos y el color que se les dará en función de la durabilidad para la que están pensados, señalan los autores del estudio.
Los fabricantes, dicen, deben considerar tanto la reciclabilidad del material como la probabilidad de que este se convierta en basura cuando diseñan objetos y envoltorios de plástico.
«Para los objetos que se utilizan al aire libre o que están muy expuestos a la luz solar, como por ejemplo los muebles de plástico para exteriores, se debe considerar evitar colores como el rojo, el verde y el azul, para hacerlos durar el mayor tiempo posible», explica Sarah Key, investigadora que lideró el proyecto de la Universidad de Leicester.
Lo mismo en el caso de marcos de puertas y ventanas, cañerías o cunetas, que son más durables cuando son blancos, negros o plateados.
En cambio, «cuando el plástico está diseñado para descomponerse, por ejemplo mediante el uso de aditivos prooxidantes, (los fabricantes) deberían considerar el papel que podría desempeñar el color en esto», añade Key.
Para los plásticos de corta vida como los envoltorios, las tapas de botellas, etc., apunta el estudio, «debe evitarse el negro». Es decir, los colores que hacen que estos objetos sean más perdurables.
El gran problema de los microplásticos es que al estar presentes en casi todos los ecosistemas del planeta, acaban siendo parte de la cadena alimentaria.
Y aunque el impacto en la salud de ingerir microplásticos aún no se comprende en su totalidad, algunas investigaciones indican que puede afectar negativamente nuestro sistema endocrino y las hormonas que regulan nuestro crecimiento y desarrollo.
Su ingesta también ha sido vinculada a otros problemas de salud incluidos el cáncer, y enfermedades coronarias.