FUENTE: BBC.
El soldado Germán Ávila dejó de contestar el teléfono un 25 de marzo.
Del otro lado de la línea, impaciente, angustiada, aguardaba su pareja, Nhora Gamboa, desde la ciudad colombiana de Cali.
Pasaron varios días hasta que finalmente recibió una llamada.
«Germán sufrió una trombosis. Lo llevaron a la capital, Kyiv. Está en cuidados intensivos, pero estable», le dijo a Gamboa una voz desde Ucrania, donde su pareja de hecho, militar retirado, se había ido a luchar junto a los ucranianos contra los rusos.
Ávila murió a los pocos días dejándole muchas preguntas sin respuestas a Gamboa.
Tras semanas de trámites e incertidumbres, su cuerpo fue repatriado a Colombia. Junto a él viajaba un documento con la causa de muerte: infarto cerebral.
«¿Por qué nunca me dejaron hablar con el médico que lo trató? ¿Qué causó su infarto cerebral? ¿Estaba en combate, cuando se suponía que su labor no incluía pelear, y me ocultan información?», se pregunta la viuda.
La pesadilla de Gamboa se repite entre varias familias colombianas que han perdido a seres queridos en la guerra entre Ucrania y Rusia.
Saber cómo se encuentran sus familiares, enterarse de sus muertes tras días de silencio y luego repatriar sus cuerpos es una odisea traumática.
Gamboa desconoce si su pareja murió en combate, por el estrés de la guerra o por causa natural. Y no desiste en conocer la verdad.
Soldados «voluntarios»
Ni Ucrania ni Colombia tienen cifras oficiales o definitivas de los colombianos que pelean en esa guerra.
Según el servicio ucraniano de la BBC, el único comunicado público sobre el número de extranjeros en las fuerzas armadas de Ucrania data de marzo de 2022. Contaba 2.000 soldados de 52 nacionalidades.
«Los números reales están clasificados. Basándome en fuentes del ejército, filtraciones y mi conocimiento, puedo decir con confianza que la mayoría de soldados extranjeros vienen de Estados Unidos, Bielorrusia, Rusia, Georgia y Colombia«, le dice a BBC Mundo la periodista del servicio ucraniano de la BBC Zhanna Bezpiatchuk.
«Por sus décadas de conflicto, Colombia tiene un ejército muy grande y muchos soldados retirados jóvenes, con 40 años, cuyas pensiones no alcanzan para sostener a sus familias», le dice a BBC Mundo Andrés Macías, experto en seguridad y conflicto en la Universidad Externado de Colombia.
Un veterano colombiano le dijo a BBC Mundo que sus pensiones suelen rondar entre 1.600.000 y 1.700.000 pesos colombianos, el equivalente a unos US$400 mensuales.
«Cuando se retiran, es habitual que muchos busquen trabajo en empresas de seguridad o acudan al llamado de ejércitos, como el de Ucrania, que pagan por ampliar sus efectivos», comenta Macías.
Allí, según varias fuentes consultadas por este medio, pueden ganar, como mínimo, cinco veces más de lo que ofrecen sus pensiones, más de US$2.000 al mes.
El Ministerio de Relaciones Exteriores colombiano dice haber atendido cerca de 300 solicitudes de evacuación de colombianos de Ucrania desde febrero de 2022.
Este organismo cifra en más de 50 las víctimas de un conflicto al que se unieron «voluntariamente».
Gamboa dice que, más allá de la plata, sentirse valorado tras décadas de servicio fue lo que impulsó a Ávila.
Así empezó la pesadilla que relata a BBC Mundo.
Reclutamiento en WhatsApp
Germán y yo llevábamos seis años cuando escuché sobre Ucrania.
Ya llevaba un tiempo jubilado, pero la pensión de soldado no cubre todas las necesidades. Menos si, como él, tenía dos hijas adolescentes cerca de entrar a la universidad.
Hizo cursos de cerrajería y estuvo un tiempo ocupado en temas de construcción.
Habíamos comprado un lote en las afueras de Cali e hizo muchos trabajos en la casa que construíamos.
Pero imagínese: pensionado a los 39 años tras 20 sirviendo en el ejército. Creo que le pasa a muchos soldados retirados: su salud física y mental les pide hacer algo más. Un soldado nunca deja de serlo.
A mediados de 2023, empezó a circular información sobre Ucrania en unos grupos de WhatsApp de veteranos.
Se escuchaban cosas buenas sobre las condiciones, pero también cosas muy malas sobre el peligro que suponía.
He sabido que altos cargos colombianos retirados del ejército contactan otros soldados, en activo o retirados, y enlazan con militares ucranianos.
Los reclutamientos muchas veces suceden así, a través de Whatsapp, TikTok, del boca a boca.
Compañeros de Germán empezaron a viajar y en septiembre de 2023 él me comienza a decir que lo ve como una posibilidad.
‘La idea me gusta y siento que cualquier cosa que haga en Colombia no me hace feliz’, me dijo.
Le comunicaron que el sueldo podía variar entre US$2.000 y US$6.000 mensuales según el riesgo dispuesto a asumir. Los que hacen logística ganan menos. Los que combaten en primera línea cobran más.
Su intención era probar unos meses en situaciones de bajo riesgo.
Se fue el 21 de enero de 2024 a formar parte del batallón Carpathian Sich.
Infierno
BBC Mundo obtuvo algunos de los audios e imágenes que veteranos colombianos comparten entre sí sobre su experiencia en Ucrania.
Por estas plataformas circulan los horrores más cruentos de la guerra, como fotografías y videos con filas de cuerpos inertes y restos humanos irreconocibles, junto a mensajes de voz de testimonios desgarradores.
Una de las fuentes de BBC Mundo, en contacto con veteranos colombianos, dice que muchos viajan sin suficiente información, más allá del salario, y se encuentran con una guerra más cruda de la pensada o a la que acostumbraban cuando luchaban contra guerrillas y carteles del narcotráfico.
Sufren las dificultades que experimentan las tropas ucranianas tras más de dos años de conflicto: cansancio, frustraciones, numerosas bajas; resisten como pueden frente a un enemigo que les supera en armas y efectivos.
«Rusia avanza en varias direcciones y lanza bombardeos constantes en todo el país», explica Bezpiatchuk.
«Casi no hay forma de que se le pueda prometer a alguien tareas de bajo riesgo en lugar de operaciones de combate en el frente», agrega la periodista.
Según pudo conocer BBC Mundo, estas supuestas promesas parecen provenir más de reclutadores colombianos que ucranianos, sobre todo a través de videos en TikTok.
«Esto es un infierno. Casi no tiramos. Todo son drones. El que aguanta más de un año hay que hacerle una estatua. Es increíble los riesgos que asume la gente por unos miles de pesos más», dice uno de los testimonios que circula por grupos de WhatsApp.
«Un día nos bombarderon con toda. La mayoría murió. Hay demasiadas bajas y los rusos tienen mucho potencial», dice otro de los testimonios.
«Le diría a todo el que quiera venir que no se venga. Esta guerra está perdida», añadió en su mensaje de voz.
El Ministerio de Relaciones Exteriores reitera que «el Gobierno de Colombia no promueve ni facilita la vinculación de ciudadanos colombianos al ejército de Ucrania» y recomienda a los voluntarios «tener presente que la situación actual en ese país representa un riesgo para la vida, inclusive para aquellos con experiencia militar».
Angustia e inquietud
A los pocos días empecé a inquietarme.
Germán me habló pronto de compañeros pensando en devolverse porque fueron con una idea y se encontraron con otra.
Él trataba de tranquilizarme diciendo que eso no le pasaría, que tras salir del centro de reclutamiento al que entró tenía resuelto ir a una ciudad donde la situación no era tan crítica.
Pero yo pensaba que, siendo colombiano y no ucraniano, no podía saber realmente qué zonas eran peligrosas y cuáles no.
Nos comunicábamos a diario hasta que llegó a Lyman [en Donetsk, una región en el este de Ucrania anexada por Rusia bajo condena internacional] y por cinco días no supe nada de él.
Contacté a sus compañeros y me dijeron que estaba en una misión donde no podía llevar celular.
En efecto, Germán me contactó a los días explicando que trabajaba cerca de la frontera, en una trinchera.
Yo me extrañé porque jamás habíamos hablado de eso. Creíamos que allí la guerra ya había pasado.
Tras cinco días de descanso, regresó a las trincheras. Ya no estuvo cinco, sino siete días. Me dijo que podía alargarse más, hasta siete, ocho o más días, porque todo cambiaba y los ucranianos no tenían mucho personal.
Ahí empezó la angustia, porque era todo muy distinto a la idea inicial que él tenía cuando se fue.
Su familia y yo le pedimos regresar, pero él cambió. Se metió en el cuento, se involucró, comenzó a hablarme como si fuese ucraniano.
Talento militar
Desde comienzos de los 2000, soldados colombianos en activo y retirados han acudido a los llamados de distintos ejércitos extranjeros.
«Uno de los primeros ejemplos se dio en el inicio de la llamada ‘guerra contra el terror’ de EE.UU. en Afganistán«, comenta Macías, el experto colombiano en seguridad y conflicto.
«EE.UU. llevó a contratistas, empresas, que empezaron a contratar mano de obra más barata más allá de estadounidenses y europeos. Militares colombianos empezaron a ser contratadados para prestar servicios de vigilancia», añade.
Pero en un contexto de conflicto armado, dice Macías, muchas de estas actividades de vigilancia acabaron convirtiéndose en operaciones ofensivas contra grupos armados en Afganistán y luego Irak.
De forma parecida, también en la primera década de los 2000, Emiratos Árabes Unidos (EAU) buscó ampliar su ejército con personal extranjero.
«Acudió a colombianos retirados y en activo, los recibía y daba residencia para que luego pudieran ser incorporados formalmente al ejército de EAU. Es algo que sigue ocurriendo y en un contexto difícil con el conflicto que existe en Yemen», expone Macías.
El experto dice que el talento militar colombiano, que cuenta con amplio entrenamiento, es muy apetecido fuera.
Según el ranking anual de Global Fire Power, un índice que mide la capacidad militar de los países, Colombia tiene el cuarto ejército más grande de América Latina por detrás de Brasil, Argentina y México.
Pero per cápita, Colombia es el país de la región con el mayor número de efectivos entre personal activo, en reserva y paramilitar (alrededor de 400.000), significando un 1% del total de 51 millones de habitantes.
El personal militar en Brasil, Argentina y México representan un 0,2%; 0,5% y 0,3% de sus poblaciones, respectivamente.
Macías no tiene información sobre colombianos que hayan elegido a combatir del lado ruso, porque «es probable que no necesite tantos soldados extranjeros como el ejército ucraniano».
Sin embargo, sí se reconocen reportes de reclutas extranjeros, de países como Nepal o Cuba, que acaban integrando las filas rusas para luchar contra Ucrania.
Sin noticias
Tras hablar durante casi todo el día, en la tarde del 24 de marzo ya no supe más de Germán.
Había salido la madrugada del 23 de marzo de esa trinchera donde iba. Le tocaba descansar.
Como era domingo, cuando no supe de él pensé primero que se había quedado dormido.
Al día siguiente le dejé mensajes, lo llamé, insistí e insistí sin respuesta.
Llamé a sus compañeros, pero ninguno tenía información.
No fue hasta mediados de la siguiente semana que me llamó un sargento, colombiano, y me contó que Germán había sufrido una especie de trombosis, que lo llevaron en urgencias, en helicóptero hasta la capital, y que estaba en cuidados intensivos, pero estable.
Resulta que pasó 13 días en coma.
Durante ese tiempo tuve varios inconvenientes con el sargento porque no facilitó que yo pudiera hablar con el médico de Germán, conocer más sobre su procedimiento, saber si era necesario que yo viajara a Ucrania.
Era la única persona encargada y no podía darme información. Me dijo que no se lo permitían.
Así pasaron los días hasta que el 8 de abril, dos días después de que Germán falleció, nos llamó para darnos la noticia.
Hasta hoy me pregunto si esa trombosis tuvo que ver con la guerra, una herida, un susto, alguna otra situación.
Pero no sé absolutamente nada.
Le hicieron dos autopsias en las que determinaron la causa de la muerte como infarto cerebral. Cuando el cuerpo llegó, no encontramos heridas.
Pero hasta hoy sigo sin saber qué causó ese infarto cerebral.
¿Estaba en combate cuando no debía y me están ocultando la información?
Insisto en preguntar cuándo nos envían toda la documentación sobre los procedimientos que se le realizaron, pero se justifican diciendo que están en guerra y que hacen lo que pueden.
Lo desconectaron sin tenerme en cuenta a mí ni a su familia.
Solo por estar en guerra no pueden disponer así de un ser humano, un ser invaluable que dejaron morir como animal. Un ser que gozaba de una excelente reputación y bienestar.
Durante los días que estuvo en coma contacté al consulado de Colombia en Varsovia pidiendo ayuda.
Me pidieron datos. Me dijeron que averiguarían, aunque solo podían solicitar información y esperar, como yo. Les dije que se trataba de una urgencia, pero nunca tuve colaboración suficiente.
Estoy en contacto con varias viudas y familiares que pasaron por situaciones parecidas.
Obtener sus pertenencias también está siendo muy difícil por la burocracia de Colombia.
Impotencia
BBC Mundo y el servicio ucraniano de la BBC confirmaron que Ávila, antes de supuestamente ser trasladado en helicóptero a Kyiv, ingresó primero a la clínica Mechnikov en la ciudad de Dnipro, donde se recibe a soldados con graves heridas que se debaten entre la vida y la muerte.
A Gamboa le mandaron un documento de ingreso, pero este solo contenía descripciones sobre sus pertenencias. No había referencias a su estado médico.
Especialistas consultados por BBC Mundo dicen que es posible, en situaciones traumáticas como una guerra, que un accidente cerebrovascular como el de Ávila esté relacionado con estrés crónico y una serie de cambios físicos derivados como liberaciones de hormonas o taquicardias.
Desde el servicio ucraniano no consideran sospechosa la falta de información sufrida por Gamboa porque en hospitales militares opera la ley marcial y el estatus de soldados heridos solo puede revelarse a miembros familiares probados.
Gamboa y Ávila tenían estatus de unión marital de hecho y todavía no habían formalizado el matrimonio, pero el resto de la familia del soldado tampoco obtuvo información más detallada.
Gamboa asegura que Ávila firmó un contrato con el ejército ucraniano, lo cual daría derecho a su familia a acceder a los registros médicos del difunto.
BBC Mundo contactó en Colombia a varias familias que han denunciado situaciones similares en otros medios y a sobrevivientes de la guerra para conocer sus historias.
Muchos desisten de contar sus experiencias más de una vez. Alegan trauma, dolor, necesidad de pasar página.
A pesar de las quejas de Gamboa, que también apuntan a instituciones colombianas, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia dice que a las víctimas «les presta la asistencia consular requerida».
La colombiana dice que no parará hasta honrar la memoria de su marido y ayudar, con su testimonio, a que otras familias eviten pasar por lo mismo.